Los hermosos refugios de José Luis Cancho

"A medida que envejezco mi lengua se empobrece". Así es como comienza 'Refugios de la memoria', de José Luis Cancho. Su historia escrita es la prueba de que nada más lejos de la realidad, porque la riqueza del lenguaje, el éxito de una obra literaria, no está en la retórica, en el cultismo, ni tan siquiera en la palabra más certera, sino en esa imagen que el lector despliega en su cabeza y que monta una historia firme y rotunda. Y José Luis Cancho, que me pone sobre aviso con su primera frase, consigue eso, que desde esa lengua que torpemente busca las palabras, aparezca el mejor extracto de su memoria. Escribe: "El mundo se me ha reducido a lo esencial: dormir, pasear, leer, comer...". Y escribir, José Luis Cancho, y escribir en silencio, soledad y quietud. También escribir lo esencial; para qué más palabras, para qué otras palabras.

Escribe Jose Luis Cancho que aprendió a hacer de su vida una mentira, la vida real era como un juego de "vamos a contar mentiras". Quién lo diría cuando leo en frases breves, cortas, punto tras punto y desprovistas de toda adjetivación, la cruel verdad que refleja: veo la tortura, veo el ensañamiento, y la cobardía de cómo "quitarse de encima al muerto", hasta veo sentido del humor en tan duro texto, cuando añade que ni tan siquiera arrojándolo por una ventana, consiguieron matar al muerto. Y veo poesía también, la imagen poética de encontrándose medio muerto y apaleado, y sentir la luz de la mañana que se cuela por la ventana del cuarto de tortura y le acaricia el rostro. Es conmocionante, es estremecedor, es admirable (me faltan adjetivos para definir) incluso esa ausencia de emociones: ni odio, ni rencores... como admirable es transformar la atrocidad en una reflexión íntima que conlleva a un texto literario de esta magnitud. 



Tengo una edad, pero soy lo suficientemente joven como para que lo que José Luis Cancho rescata de su memoria sea en la mía parte de los libros de historia. Mi infancia, ajena a dictadores y a persecuciones, detenciones, fusilamientos y torturas por cuestiones políticas, correteaba por calles de un paupérrimo pueblo de la Mancha cuando la dictadura agonizaba. La proeza de la buena literatura, de esta literatura, es traer esa realidad, la personal de un solo hombre, y hacerla universal. Porque una imagina, pero nunca llega a saber salvo lo convenido en los textos que estudió. Hasta que quien lo vivió en sus carnes, un muerto que dice escribir como si estuviese muerto, relata con tanto acierto de palabras y tan serena distancia, la brutal verdad.

Hay hechos decisivos en nuestra vida que nos hacen crecer de un golpe, como tremenda bofetada, da igual si tienes seis años o veintitres. Son como fogonazos de la consciencia, una nueva forma de ver el mundo y de sentirse en él, una nueva manera de mirar los hechos pasados, de sentir el presente y del presentimiento del futuro, sí, porque en lo que está por venir tampoco serás el mismo.. Tal vez, son el principio de una búsqueda que no acaba nunca, de ahí la necesidad de volver a la infancia, a la adolescencia... allí donde creamos que se pudo perder nuestro propio rastro, en el vano intento de encontrarnos con quien ya nunca volveremos a ser. Son esas experiencias extremas que nos cambian la vida, aunque cabría decir, con mayor exactitud, que nos cambian en la vida, porque la vida es la que es, solo nuestra nueva forma de estar en ella, de verla y de sentirla es lo que la convierte en otra cosa.

'Los refugios de la memoria' es de esas lecturas que nos mete en la sala de disección, que nos obliga a mirarnos por dentro y por fuera. Es uno de los libros más hermosos y cautivadores que se han escrito y que he tenido el privilegio de leer, Y tengo la necesidad de dejarlo por escrito.


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